top of page

Joan Robinson y la enseñanza de la Economía






Particularmente, una muy citada frase de la profesora Joan Robinson me permitió reflexionar sobre la responsabilidad que tiene el estudiante universitario con su sociedad: “¿Cómo me gustaría reformar la enseñanza? Ante todo, prescindamos de los que solo desean aprobar”.

 

Hace unos años, mientras atendía una clase de Macroeconomía, pude escuchar un nombre que desconocía hasta ese momento. Joan Robinson fue, quizá, la economista más brillante del siglo XX. Allá por los años 30, pudo colaborar académicamente con el mismísimo Keynes, recibiendo así un reconocimiento en el prólogo de la obra económica más influyente del siglo pasado: La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero (1936). Robinson formaba parte del famoso círculo de Cambridge, junto a otros destacados economistas como Piero Sraffa, Richard Kahn y Nicholas Kaldor. Los aportes que hicieron en la ciencia económica son de vital importancia. En su desarrollo académico, la profesora Robinson abordó una gran variedad de temas como la competencia imperfecta, el desarrollo económico, la teoría del capital y la enseñanza de la Economía, un tema que, personalmente, me ayudó a conocer la diversidad de enfoques teóricos que conviven en la ciencia económica.


Llevaba casi dos años en la facultad y, aunque mi desempeño en los cursos era regular, sentía una gran insatisfacción con respecto a la enseñanza que recibía. Y no por los profesores que dictaban. Considero que, a pesar de las vicisitudes, San Marcos cuenta con docentes de gran calidad y prestigio. Mi principal temor era si los modelos que se enseñaban eran realmente aplicables a la realidad peruana o si solo era una “economía de lápiz y papel” (Georgescu-Roegen, 1970). Y nuevamente, volvía al punto de partida. Aquello que me motivó a estudiar Economía fue, justamente, poder cambiar nuestro mundo social. En el camino pude conocer compañeros que también compartían ese temor. A veces las respuestas no se encuentran en el mismo lugar donde surgen las preguntas. Por eso, iniciamos una travesía fuera de las aulas universitarias y nos dimos con un universo completamente desconocido. La Economía que conocíamos hasta ese entonces no era más que la construcción teórica de una escuela de pensamiento: la neoclásica.


El famoso texto de Joan Robinson titulado “La enseñanza de la Economía: la ruta de la India” fue el primer impulso para poder ver más allá de la economía convencional. La reconocida profesora de la Universidad de Cambridge, una de las universidades más prestigiosas del mundo, también se hacía las mismas preguntas. Era frecuente ver en dicha universidad que muchos de los alumnos más destacados provenían de países en vías de desarrollo. Desde su posición de docente se preguntaba, “¿lo que le damos es útil para su desarrollo?”. En su artículo, Robinson menciona que, si el talento está distribuido equitativamente entre la población, es altamente probable encontrar diez jóvenes brillantes en la India por uno criado en Gran Bretaña. Es evidente que el entorno social es un determinante de las motivaciones y decisiones. Por eso era común ver que muchos de estos talentos decidan inclinarse por esta materia, ya que los problemas económicos y sociales tienen gran importancia en el lugar de donde provienen. Estos sentimientos humanitarios se veían distorsionados conforme avanzaban en su formación. Tal es así que “para la mayoría, la píldora resulta demasiado amarga y se aferran desesperadamente a algunos fragmentos de lo aprendido, ya que no se les ha ofrecido otro modo de formular los vagos sentimientos bienintencionados que les impulsaron al principio”. El estudiante sigue avanzando por un terreno cada vez más desconocido y cuando se atreve a cuestionar la educación que recibe se da cuenta que “el prestigio de los profesores y los libros pesa mucho sobre el estudiante consciente”. La idea de transformar ese sentimiento generoso en mecanismos que ayude a salir del subdesarrollo a su sociedad se va desvaneciendo irremediablemente y el estudiante “¨[…] acaba no tal como entró, sino en una salida que no lleva a donde él iba”.


Al leer el artículo de Joan Robinson me sentí profundamente identificado. Nuestra ciencia carga con una gran responsabilidad social sobre los hombros y somos nosotros quienes proponemos soluciones ante situaciones cambiantes. En este sentido, las teorías económicas están en constante evolución, sin importar el bando que sea. Ortodoxos y heterodoxos se enfrentan a un mundo cada vez más complejo. Ambos son conscientes de que “[…] las regularidades que encontramos en Economía no tienen la validez ‘eterna’ de las constantes de la naturaleza” (Meller, 1978). Aun reconociendo esto, los planes de estudio parecen ser uniformes en casi todas las universidades de mundo. Los estudiantes de Economía son instruidos bajo los mismos lineamientos teóricos cuando estos dependen mucho de la realidad en la que se conciben. En algunos casos, nos cuesta mucho salir de este mundo imaginario. Y como menciona el profesor Adolfo Figueroa de manera sarcástica: "cuando la teoría es inconsistente, no es la teoría que falla, sino la realidad". Ese fue el pensamiento de muchos economistas que creían en la perpetuidad y atemporalidad de sus teorías y modelos.


Joan Robinson puso el tema en discusión y además buscaba, de alguna forma, poder reformar la enseñanza de la Economía. Sus ideas no se quedaron en el pasado y a inicios del siglo se inició un movimiento que llamó mucho la atención entre el mundo académico. En el 2000, estudiantes de economía de La Sorbona, histórica universidad de Francia, denunciaron el tipo de enseñanza que recibían ya que esta era principalmente basada en el enfoque neoclásico. Su famosa carta abierta se centraba en tres principales puntos: i) una economía más cercana a la realidad; ii) un uso proporcionado de las matemáticas y; iii) una economía más plural en los planes de estudio. En el 2011, un grupo de estudiantes de la Universidad de Harvard escribieron una carta dirigida al profesor Gregory Mankiw expresando su preocupación por la educación brindada en un curso introductorio de Economía, ya que esta era basada principalmente en un conjunto seleccionado de manuales que ofrecían una visión limitada de dicha ciencia. Cada vez son más intelectuales y economistas que creen en la necesidad de una visión pluralista que permita acercarnos lo mejor posible a nuestra realidad. Considerar a la economía no como una ciencia apartada es el primer paso. Esta debe apoyarse en otras disciplinas que permitan poder ampliar el horizonte. Solo así, y como decía Joan Robinson, podremos estar preparados para no ser engañado por los economistas.

 

Referencias

  • Cataño, J. F. (2001). Discusión francesa sobre la enseñanza de la economía. Cuadernos de Economía, 20(35), 287-296.

  • Concerned Econ 10 Students, (2011), “An Open Letter to Greg Mankiw” , Harvard Political Review (online), November 2.

  • Figueroa, A. (2008). Nuestro mundo social: introducción a la ciencia económica. Libros PUCP/PUCP Books.

  • Georgescu-Roegen, N. (1975). Energía y mitos económicos. El trimestre económico, 42(168 (4)), 779-836.

  • Robinson, J. (1988). La enseñanza de la economía: la ruta de la India. Ensayos Críticos, Orbis, Barcelona.

  • Meller, P. (1978). Algunas críticas a la metodología de la ciencia económica. Estudios de Economía, 5(1).



448 visualizaciones0 comentarios

Comments


bottom of page