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La necesidad de la metodología en la construcción de teorías económicas.

Actualizado: 24 dic 2021

Joan Miranda y Ronny M. Condor

 

Pintura: Vasili Kandinski


I. Introducción


En el quehacer diario, los economistas se sirven de un conjunto de saberes teóricos que les permiten apropiarse -­de modo ideal- del movimiento de la realidad social. De modo simple, al conjunto de saberes se le denomina “teoría”, mientras que la “apropiación” que esta permite no es sino el instrumento del hombre de ciencia, ya sea tanto para “explicar” como para “predecir”. Como se verá a lo largo del artículo, en las ciencias empíricas -incluida la Economía- la estructura metodológica es análoga[1]; sobre este punto, sin embargo, es oportuno dejar señalado lo siguiente: es la propia naturaleza del objeto a estudiar que impone tanto límites reales a una ciencia en particular, definiéndose así el campo de estudio, como también la forma de investigar. Así, si los científicos naturales estudian las relaciones entre objetos materiales, los científicos sociales estudian relaciones entre personas de una sociedad dada (Figueroa, 2008). Esta delimitación no significa, por supuesto, una yuxtaposición entre los diversos saberes[2]; más bien, se trata del estudio de saber en concreto como parte de un género más amplio de explicaciones científicas (Blaug, 1985 (1980))


Aunque es imposible negar el status científico de la Economía, se vuelve necesario preguntar cuáles son aquellos requisitos metodológicos sobre los que descansa, tales como ¿cuál es la estructura lógica de una teoría?, ¿qué propiedades caracterizan al conjunto de proposiciones que conforman una teoría? Luego, ¿cuáles son las falacias comunes en la construcción de teorías? Finalmente, ¿cómo se construyen las relaciones causales?, ¿cuándo se puede decir que una teoría no es válida? La exposición se dividirá tratando de dar respuesta las interrogantes planteadas.


II. Las proposiciones de una teoría económica


En general, las teorías económicas son sistemas de enunciados o proposiciones lógicas. Sus estructuras son una compleja mezcla: por una parte, son lenguajes sistemáticos, jerárquicos y ordenados de razonamientos y, por otra parte, son enunciados que abstraen rasgos esenciales de la realidad (Friedman, 1967 (1953a)).Es decir, las proposiciones deben cumplir ciertas reglas que las libren de errores en las relaciones lógicas que entablen unas con otras. No obstante, las reglas del conocimiento, como punto de apoyo, provienen de afuera de la ciencia: la epistemología (Figueroa, 2008).


Las proposiciones económicas no son de cualquier tipo: son empíricas. Esto requiere la siguiente distinción. Las proposiciones de las ciencias formales distan de las proposiciones de las ciencias empíricas, a saber, las primeras exigen únicamente cumplir el principio de no contradicción para determinar la verdad de las proposiciones, mientras que las segundas exigen además un contraste con la realidad para ser “verdaderas”. Para esto, las proposiciones empíricas deben ser susceptibles de contrastación, pues puede darse el caso de que, por más empírica que sean, nunca sean refutadas[3].


Considere el siguiente caso (Figueroa, 2008).

“Un chamán le dice a su cliente: si tienes fe, mi medicina te sanará”. Esta proposición es irrefutable. Pues si no se cumple, el chamán siempre podría responder que el cliente no tuve fe.


III. Falacias comunes de las proposiciones de una teoría económica


Como ya se mencionó antes, una condición que una teoría debe cumplir es que esta debe ser lógicamente correcta. Sin embargo, los científicos no están libres de cometer falacias, esto es, argumentos que aparentan ser correctos, pero no lo son lógicamente. Nuestra ciencia está constituida por diversas teorías que comparten un objetivo: explicar el funcionamiento de la sociedad humana (Figueroa, 2016). Una teoría científica hace uso de un artificio lógico de analizar inicialmente el comportamiento de un individuo representativo[4], para luego pasar a explicar el comportamiento agregado. El científico no debe ignorar, sin embargo, las interacciones existentes entre los individuos al momento de pasar a un nivel agregado o viceversa, ya que, de lo contrario, podría caer en una falacia de composición en ambos casos. Esta es, respectivamente, de dos tipos: i) falacia de agregación y ii) falacia de división.

Considere la siguiente proposición:

“Si un prestador no puede pagar su deuda al banco, él o ella se encuentra en un problema. Si todos los prestadores no pueden pagar, entonces todos los prestadores tienen un problema”.

Si todos los prestadores no pueden pagar, es el banco que tiene un gran problema, no los que pidieron el préstamo. Este es un ejemplo de una falacia de composición, específicamente es una falacia de agregación, ya que a partir de una observación individual se deriva una conclusión falaz a nivel agregado.

Por otro lado, un ejemplo de falacia de división sería el siguiente: “Si el ingreso nacional incrementa, entonces el ingreso de todos los individuos también incrementará”. Una sociedad puede encontrarse en una situación de bonanza macroeconómica y malestar microeconómico (Schuldt, 2004), esto significa, que las virtudes del crecimiento macroeconómico no necesariamente se traducen en mejoras de bienestar individual.


El producto más importante de una teoría es mostrar relaciones de causalidad, las cuales deben ser falseadas por el científico a través de métodos estadísticos, lo cual le dará argumentos -momentáneos- para seguir manteniendo como vigente su teoría. Sin embargo, en algunos casos, se cae en la falacia de la causalidad estadística, es decir, cuando el científico afirma que una relación de causalidad proviene de la correlación de dos variables. En primer lugar, el científico debe considerar que la correlación es una descripción estadística que muestra el grado de asociación que existe entre la muestra de dos variables. Segundo, esta asociación no brinda la información para distinguir cuál es la variable dependiente o independiente. Y finalmente, asociación no significa explicación, esta última proviene solo de la teoría. En econometría existe un test estadístico muy conocido y ampliamente usado: el Test de Causalidad de Granger. Este test analiza la secuencia de dos variables y, bajo el criterio de que el futuro no puede afectar al pasado, concluye con que la variable retardada es la causa a lo Granger de los valores futuros de la otra variable (Montero, 2013). Ahora bien, se critica a este test por ser ateórico, instrumentalista en el más sentido puro y por abandonar la pretensión de mezclar la econometría con la teoría económica. (Arestis & TAIFA, 2004). Esto nos lleva a reflexionar sobre la importancia de analizar los datos bajo la luz de una teoría.


En muchos casos, se cree que el último fin de la economía es el pronóstico de las variables; si esta falla en sus pronósticos, entonces no debería ser considerada ciencia. Las ciencias sociales usan información del pasado para falsear sus teorías ya que este procedimiento solo puede hacerse con datos observados. Una teoría que ya ha pasado el proceso de falsación con éxito no podrá pronosticar con exactitud el valor que tomará una variable en el futuro, pero sí podrá decir qué variables determinarán su valor.

Las proposiciones causales derivadas de una teoría pueden expresarse de una manera simplificada. Digamos:

La variable depende directamente de y pero inversamente de . La interacción de estas tres variables en el modelo puede predecir el comportamiento de pero no pronosticar su valor exacto. Una teoría económica no puede determinar el valor de la variable endógena en el futuro debido a que la teoría misma no determina el valor de las variables exógenas, sino que estas emplean información del pasado. En muchos casos, el desafío de los econometristas será hacer uso de una teoría que le vislumbre las variables más relevantes y determinantes para incorporar en su modelo. Nuevamente, el papel que cumple la teoría se hace más evidente.


Hasta aquí se ha desarrollado algunas premisas que aproximen a una teoría de teorías económicas, esto es, una metodológica del conocimiento científico que exija los “pasos lógicos” necesarios para la construcción de teorías económicas. No obstante, estos “pasos lógicos” implican la siguiente exigencia negativa: una teoría económica ha de ser posible refutar por la experiencia. En otras palabras, la contrastación empírica solo puede otorgar unas “decisiones positivas” que validen temporalmente una teoría porque otras “decisiones negativas” podrán siempre derrocarla (Popper, 1962). Las teorías económicas están en perpetuo cambio.



 

[1] Históricamente, las ciencias empíricas han importado estructuras metodológicas de las ciencias naturales. En un movimiento aún más extremo, algunos conceptos económicos fundamentales deben su razón a la mecánica clásica. En 1871, el inglés Jevons sostenía que “[la] teoría económica (…) presenta una fuerte analogía con la ciencia de la mecánica estática, y se encuentra que las leyes del intercambio se asemejan a las leyes del equilibrio de una palanca determinadas por el principio de las velocidades virtuales” (Jevons, 1998 (1871)). [2] Así, por ejemplo, el llamado enfoque bioeconómico o economía ecológica sostiene que el proceso económico es solo una extensión del proceso biológico, por lo que las consideraciones económicas más importantes deben ser consideradas desde una nueva perspectiva (Georgescu-Roegen, 2007).

[3] En la segunda parte del artículo, se desarrollará con mayor detalle algunas operaciones metodológicas que aquí solamente se han hecho mención, tales como abstracción, relaciones causales, contrastación empírica, etc. Para tal empresa, se empleará el método Alpha-Beta.

[4] Según (Figueroa, 2008), la teoría del individuo (consumidor o productor) no intenta explicar el comportamiento individual particular, sino el comportamiento del grupo. Para esto, se hace el supuesto de que todos los miembros del grupo se comportan de la misma manera que un individuo abstracto representativo de los intereses y motivaciones del grupo bajo estudio.



Bibliografía

Arestis, P., & TAIFA, S. d. (2004). Crítica a la economía ortodoxa. Barcelona: Universidad Autònoma de Barcelona.


Blaug, M. (1985 (1980)). La metodología de la economía o cómo explican los economistas. Madrid: Alianza Editorial.


Figueroa, A. (2008). Nuestro mundo social: introducción a la ciencia económica. . Lima: Libros PUCP/PUCP Books.


Figueroa, A. (2016). Rules for scientific research in economics: The alpha-beta method. . Springer.


Friedman, M. (1967 (1953a)). La metodología de la economía positiva en: Ensayos de economía positiva. Madrid: Gredos.


Georgescu-Roegen, N. (2007). Ensayos bioeconómicos. Madrid: Los Libros de la Catarata.


Jevons, W. S. (1998 (1871)). La teoría de la economía política. Madrid: Ediciones Pirámide.


Montero, R. (2013). Test de causalidad. Documentos de Trabajo en Economía Aplicada. Universidad de Granada. España.


Popper, K. (1962). La lógica de la investigación científica. Madrid: Editorial Tecnos.


Schuldt, J. (2004). Bonanza macroeconómica y malestar microeconómico (Vol. I). Lima: Fondo Editorial, Universidad del Pacífico.

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